Hoy es el aniversario de las cosas tristes, de los cálices amargos, del error y del fracaso, del toro negro que se escapa del corral y te engancha para darte mil volteretas en el aire y arrojarte contra el suelo duro y polvoriento: siempre hay un toro negro y traicionero en las cosas duras que nos brinda la vida en una tarde de sol, sin poesia alguna.
Hoy es el dia de los lamentos, de los llantos y de las vírgenes degolladas en los altares impúdicos de las noches tenebrosas e inútiles. El absurdo metódico y existencial, la sinrazón de las fuentes secas y volátiles, umbríos jardines y escarchas en los amaneceres de los inviernos olvidados.
El destino al revés, las noches sin frontera, la incerteza de lo no escrito, de lo vivido y lamentado, de la acera equivocada, de los encuentros rotos y la vida disipada que se cuela por las alcantarillas de los miedos.
Quiero resucitar en las tinieblas, ser verde y ser gris, ser idiota ser paranoico y ser vencido: ser absolutamente nada, heroico e inútil, entregado a las causas de la intemperie del alma, de los fluidos mezquinos de la noche erótica, lucida y eterna.
Quiero vivir una Navidad de árboles dorados, de vientos suaves y anocheceres trasnochados, vivientes y amorosos. Quiero dormir sobre tu almohada, quiero volar sobre tus nidos, quiero sembrar mis campos de soledades y de perros abandonados.
Murió el tiempo. Murió la ilusión y el hacer de las blancas palomas: un viaje al infierno. El amanecer es frio y helado. Estamos en verano y duele. Duele mucho la ausencia de libertad.