Diario Íntimo de un Condenado
“O Millo Corvo”
Dicen en el resto de las españas que, en Galicia (y no sólo en el rural…), somos muy propensos a las celebraciones gastronómicas o, a incluir la gastronomía en todas nuestras celebraciones y es probable que sea cierto. Si aún fuese posible consultar sobre el asunto a mi abuela, que era una gallega de las de antes: de las que nunca habló castellano ni entendió el galego de la RTVG ni, maldita la falta que le hizo ninguna de las dos cosas; seguro que hubiera dicho algo así como: xa pasamos fame dabondo, non si?
Pues eso, que como ya hubo tiempos en los que casi todos los gallegos pasaron hambre y otros temporadas en los que algunos gallegos pasaron hambre e incluso épocas en las que para no tener que pasar hambre nos fuimos y, algunos nunca no regresamos ni definitiva ni voluntariamente; ahora, en cuanto podemos nos juntamos, comemos, bebemos e incluso bailamos y disfrutamos de esas pequeñas cosas de la vida. Es bien sabido que de otras (trabajar y ahorrar) siempre hemos disfrutado los del noroeste, quizá en demasía (demasía = dabondo).
El pasado domingo que, coincidió, vaya por Dios… también era domingo de ramos algunos hubieron de dividir el día o el tiempo o; los gustos y las querencias y escoger entre la palma y olivo y, por este lado salimos ganando… y la empanada de pulpo o zamburiñas elaborada con harina de maíz negro. Por aquí (en la parroquia de Meiro, Concello de Bueu), lo llaman: Millo Corvo, porque este es el color de los cuervos e idéntico el brillo de las espigas negras al de las plumas del pájaro y, a los negros presagios que en muchas culturas el ave inspira. No sólo en la gallega tan amiga de muertos vivientes, almas en penitencia y muertos como de vivos por morir y, hasta de celebrar más que otros, a la muerte misma.
Y así, por decimosegundo año consecutivo, se celebró en el lugar una especie de romería dedicada a ensalzar las bondades de la harina de este maíz negro; en la que se degustan diversos platos bien conocidos por los habitantes del Morrazo y algún que otro experimento gastronómico en el que se hace participar a otros y muy diversos ingredientes, todos ellos de origen biológico-lugareño; aspecto este último en el que también hemos de incluir a las cocineras. Sonaron pregones, alabanzas a las antiguas artes de cultivar, cosechar, debullar, moler, amasar, cocer y comer este maíz que sin el concurso de la controvertida ingeniería de los que, por un lado venden semillas y por otro pesticidas; se ha ido modificando genéticamente según iban pasando los siglos por las manos de generaciones de campesinos que lo escogieron, interviniendo en la selección natural.
Nosotros, acudimos para participar en una muestra de artesanía en la que junto a los viejos zoqueiros (los que hacen zuecos de madera, a mano…), mostramos a quien quiso verlo y fueron bastantes, cómo se pueden fusionar las viejas labores artesanales con nuevas formas de reciclar (en este caso papel de periódico). Mejor sería no cortar tantos árboles para publicar tantas cosas inútiles; habiendo como hay tantos y nuevos canales de comunicación pero, mientras los políticos se ponen de acuerdo en proteger nuestros bosques, nuestros pulmones naturales; bien está reutilizar el papel en lugar de quemarlo y así contaminar menos. Y de paso, un pequeño grupo de presos regresamos a la sociedad por unas horas. Otra lección de reciclaje y normalidad penitenciaria. Gracias a todos los que lo hicieron posible.
A. V. de B
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