martes, noviembre 02, 2010

UN DIA EN PRISION

El día comienza a las ocho de la mañana con el recuento, lo que es bastante irritante, porque algunos funcionarios, no todos, suben y bajan las mirillas aporreándolas con un palo, y recién despertado como que no sienta bien. Una vez levantado, abro la ventana para que respire la celda, y entra un olor a hierro que despiden los barrotes, que me recuerda que sigo preso. A las ocho y media me abren la celda y ya la tengo ordenada y limpia y yo aseado y listo para bajar a desayunar y comenzar el día. Después de desayunar, tengo un rato para subir a la celda a lavarme los dientes y fumarme un cigarrillo hasta las nueve y cinco que comienza la reunión con el funcionario y el educador para tratar las cosillas del módulo, que en mi opinión alguna gente la utiliza para quedar bien delante del educador quejándose por tonterías que no aportan nada y que podrían arreglarse ablando directamente entre los afectados. A las nueve y media, unos días salimos al polideportivo y otros al campo de fútbol para hacer deporte, lo que está bastante bien porque en otros módulos no sales para nada del módulo y es bastante agobiante. A las diez y media regreso al módulo para ducharme, tomar un café y fumar un cigarro. A las once comienzo otra actividad, lunes, miércoles y viernes curso de guitarra y los martes y jueves informática. A las doce y media termino las actividades y me dirijo a el Office para, después de comer, limpiar las bandejas. A las dos subo para la celda hasta las cuatro y media para dormir una siesta obligada. Hay días que presta dormir esa siesta pero hay otros que preferiría hacer otra cosa, porque al fin y al cabo ya me paso doce horas encerrado en la celda por las noches. De cuatro y media a cinco tengo libre para fumar y tomar café, pero a las cinco tengo que estar en la actividad que por las tardes suele ser marquetería. A las siete menos cuarto se acaban las actividades, y a las siete y cuarto ceno y limpio las bandejas. A las ocho y media subo para la celda hasta el día siguiente y vuelta a empezar. En este módulo paso el día entretenido, pero cuando estaba en otros módulos lo único que hacia era dar vueltas y comerme la cabeza, lo que me llevaba a drogarme. Llevo aquí ya diez años y parece que llevo toda una vida, es como si hubiera nacido aquí dentro y no conociese vida más allá de los muros de la prisión. El día que salga me voy a sentir como si me hubieran congelado en la prehistoria y me descongelasen en la actualidad. Cuando empecé esta condena tenía 21 años y ahora ya tengo 32, siento que he malgastado mi vida.



CHIKY

1 comentario:

  1. Ánimos tío... yo tengo 26, en la vida de aquí fuera todos somos presos también: del trabajo, de la manipulación de la tele, de las presiones para vivir, obligaciones, siempre con prisas.
    Que no te ofenda esto, pero realmente ahí llevas una vida ordenada, aprovecha para estudiar, conocerte a ti mismo, dibuja, lee... esas cosas que no podemos hacer los de fuera porque al salir de trabajar a las 8 de la noche solo puedo cenar y dormir.
    Por cierto, ¿drogas? ¿y de dónde narices se sacan las drogas en la cárcel si no hay contacto con el exterior?
    Un saludo desde Cataluña

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