He leído con atención el libro autobiográfico de Mario Conde sobre sus diversas experiencias carcelarias. Lo que mas llama la atención es que las sensaciones, emociones, miedos y angustias de D. Mario son las propias de cualquier interno que entra por primera vez en un Centro Penitenciario, lo cual demuestra claramente nuestra condición humana y cuan frágil es nuestra fortaleza cuando no se ha entrenado antes con el autocontrol, la disciplina y el sacrificio, valores que nos permiten superarnos, integrarnos e incluso sacar algún provecho de nuestra estancia carcelaria.
Otro de los puntos de coincidencia del Sr. Conde en caída libre desde la Presidencia de uno de los grandes bancos españoles a los patios de Alcalá Meco, con cualquier otro interno, es el sentido de la “Culpabilidad”: no hay un sitio donde uno encuentre mas cantidad de “inocentes” que en una Prisión. Aquí, nadie está por sus propios errores: siempre hay que echarle la culpa a alguien: a las trampas de la Policía, a los chivatos o confidentes, a la Administración de Justicia que no funciona como debiera, a los Abogados, etc. Nadie asume sus propios errores, equivocaciones o simplemente, que se han saltado la ley a la torera o que estaban a la hora equivocada, en el sitio equivocado. La muerte (en este caso, la culpa) como diría Don Antonio Machado, “es siempre para los demás”
En eso, Conde, tampoco es una excepción: carga contra el Sistema, las conspiraciones políticas, los periódicos empezando por sus propietarios, pasando por los directores y terminando por los que escriben en ellos, Jueces y Fiscales todos en el mismo saco y “tocados todos” por el poder político, en una especie de conjura universal con el único propósito de meterle en la cárcel.
En el lado positivo, nos encontramos a un Mario Conde que cuando es consciente de su condena, se adapta a la realidad carcelaria, pide inmediatamente un destino y trata de organizar su día a día para pasar una larga estancia en Prisión.
En esta etapa Conde nos ofrece una actitud serena y positiva tratando de rentabilizar su estancia en prisión con dosis de trabajo, pensamiento, analizando y analizándose, abriéndose a los demás internos, tratando de enseñar y aprender, con una gran fuerza espiritual y con una serena fortaleza.
Nos queda esa imagen de Conde, sereno y tranquilo, sin rencores, con esperanza y sabiendo que a veces uno no tiene las llaves de su propio destino y que son otros los que imponen las reglas.
Nos quedamos con ese perfil de Mario: luchador, superviviente, con la consciencia de que incluso cuando la vida golpea, siempre se puede aprender de la adversidad, que el camino es largo, pero no infinito, y que lo importante es recorrerlo. En ese Camino se forja el espíritu y se templa el alma y al final, la óptica es bien distinta para juzgar a personas y circunstancias: solo los elegidos pueden llegar a ese grado de paz interior, que les permite situarse por encima de las cosas terrenales.
Mario Conde, todo un ejemplo como preso y como persona
TELMO
miércoles, enero 27, 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario