Dios se encuentra en todas partes. También y quizás con mas intensidad, aquí, en la Prisión. Dios lo llena todo, espacios y conciencias, es lejano y cercano a la vez, duerme en las galerías y se esconde en los “chabolos” con la intención de dormir pegadito al espíritu vivo de cada uno, entre rencores y sueños, esperando un mañana mejor, de esperanza y de color: azul, verde o amarillo.... da igual, lo importante es que haya color y que la vida cambie, para que pueda ser vivida, simplemente.
Dios aparece en cada rincón, al encuentro de cualquier alma atormentada presa del desaliento y de la desesperanza. Sale al encuentro del hombre, del hombre atado y amordazado, sin consuelos y sin dogmas, sin futuro y sin presente; sabiendo desde su visión divina que el hombre le ha dado la espalda hace tiempo, que el hombre ha abandonado al hombre y se ha refugiado en las cavernas del confort y de la ignorancia, de la quimera y del fiasco, de la mentira y la desolación.
Dios no encuentra al hombre: Está escondido y tembloroso como un niño asustado por la magnitud de sus travesuras infantiles, inconscientes y duraderas. Y lo busca entre los muros de una prisión, donde están los errores, donde están las verdades, donde están las dudas y los destinos desconocidos, fruto de equivocaciones, leyes y morales tardías, creadas por los hombres para juzgar a otros hombres: la violencia contra el mal, el rencor contra la Justicia, el odio contra la realidad, la esperanza contra la nada.
El hombre contra los muros y Dios expectante ante la autentica salida a la cárcel del alma, la única, la que de verdad importa, la que reconcilia al hombre con su destino en la tierra y en su transito espiritual hacia un Dios misericordioso, omnipresente y liberador: un Dios para el encuentro y el perdón, para el refugio y la salvación, para la tormenta y la calma. Pecados, penitencias, salvaciones y condenas. Cárceles, encierros, esperanzas, muerte y resurrección. Destino, fuego y reconciliación: es la esencia misma del hombre sin libertad.
Pero aun hay tiempo para los sueño, para las huidas hacia delante y las escapadas hacia ningún sitio, para volver a nacer y volver a morir tantas veces como sea necesario, porque Dios es tiempo y es verdad, hermano y compadre, brujo y cínico, conocedor del hombre y de la debilidad, del infierno y el Apocalipsis. Dios no es moneda de cambio, es permisivo y moderno, hablador y callado, tierno e implacable, con una solo debilidad conocida: el hombre interpretado como hombre y como hijo prodigo, reclamado al hogar.
Vendrá un tiempo nuevo: el hombre se irá y Dios quedará. Seguirá recorriendo las galerías de las Prisiones, buscando al hombre huido de si mismo y de su verdad. Quizás encuentre en su duro caminar, el silencio y la contradicción; pero Dios sabe que desde lo mas profundo de este vacío, de este ente absurdo, nacerá un hombre nuevo, que no tendrá miedo a su propia libertad perdida y no encontrada.
Dios –como el hombre- en verdad existe: y también es hombre en la duda y en la fe, en la verdad y en la mentira, en la angustia y el dolor, en el sufrimiento y en la bondad, en el tiempo y en el silencio, en la esperanza y en la muerte de cada dia.
T. D. G.
viernes, agosto 20, 2010
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