Eutanasia Emocional (Rectificar…)
Es de sabios, dicen… y, debe ser por eso que parece difícil, muy difícil. Debe de serlo porque, casi nadie lo hace. Menos, cuanto más fuerte es la prevalencia de quien se ha equivocado sobre el que sufre o simplemente recibe el yerro. Sin embargo, a nadie rebaja ni merma la autoridad, rectificar, disculparse o incluso pedir perdón cuando uno se ha equivocado. Lo contrario si es mezquino, perverso y hasta cruel si, por mantenella y no enmendalla, se mantiene el daño y/o el castigo y, ese es el pan de cada día.
Lo hacen los padres con los hijos (estos lo harán con los suyos si ello es lo que aprenden) y, según vamos escalando roles en el ámbito social, la conducta se repite ¿Cómo va un jefe a reconocer que se ha equivocado?, si no hay más remedio que reconocerlo, ya buscará a alguien que cargue con el deshonor de disculparse ¿Cómo va un político (con cargo) a reconocer que la ha metido hasta atrás (la pata…) y, si por casualidad (o premeditadamente), le pillan con una becaria haciéndole una felación (esta palabra es horrorosa, las populares están mucho mejor) bajo la mesa del despacho pues… se cambia el concepto de relación sexual.
¿Cómo va una compañía de transportes ferroviarios a reconocer que el tren arrolló a los finados albañiles porque la barrera del paso a nivel estaba subida cuando debería estar bajada? No, primero se intenta cualquier otra estratagema, incluida la de insultar a los muertos haciéndoles cargar con la responsabilidad del desastre. Después, si no queda más remedio porque algún videoaficionado (cada día hay más, grabando inconveniencias como esta o del tipo: cinco policías de uniforme apalizan a uno que no es policía) graba la puta barrera más enhiesta que un mástil, se busca un responsable o dos y se les decapita ante la multitud.
¿Cómo va un juez a reconocer que se ha equivocado al valorar las pruebas (si las hay) y, aun más al dictar una sentencia condenatoria que ha enviado a la cárcel a un inocente? Uff, eso si que no y; aquí se llega a absurdos del tipo: Le condenan esgrimiendo como única prueba el testimonio de la víctima que, interpretan como cierto y lo ponen debajo del título “hechos probados”, olvidando que para romper la presunción de inocencia del acusado, es necesario que concurran unos mínimos requisitos entre los que se encuentra uno que emana del Derecho Romano “para condenar a alguien basándose exclusivamente en el testimonio de la víctima, es imprescindible que el hecho por el que se juzga al acusado haya ocurrido y esté probado, esto sí, que ha tenido lugar”. Los jueces no rectifican jamás, nunca, aunque como en el Crimen de Cuenca, el muerto aparezca al cabo de 20 años o, que como en otros más (dolorosamente) cercanos, la víctima se arrepienta y reconozca públicamente y ante el mismo juzgado que… mintió, que actuó de mala fe, por venganza o pretendiendo un beneficio.
Y aun les parece extraño que la valoración de
A. V. de B.
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