jueves, octubre 28, 2010

AQUELLA LARGA AGONIA

Creerme que no es un relato fantástico, ni un drama imaginario. Sería obsceno, ofensivo e inhumano inventarse una historia así sobre algo tan sensible. Es una historia real. Unos hechos que puedo contar desde la memoria, pero un dolor imposible de describir desde el corazón.
En mayo de 1996, con 36 años, en una edad de auge personal y profesional, cometí un error, ( reconozco su calificación de delito ), e ingreso en prisión preventiva en Topas. Soy ciudadano portugués, aunque esto no afecta en nada esta historia.

Una analítica rutinaria desencadena un drama personal terrible, que sacude un golpe brutal que me deja noqueado.
Me diagnostican que soy portador del SIDA y hepatitis C. Imposible reaccionar a la noticia. No podía entender nada. Nunca tuve prácticas de riesgo ni recordaba ningún momento en que me pudiera infectarme.
El impacto es tremendo. Hace 14 años no existía información, avances médicos ni la respuesta social que afronta hoy este tema. Ser portador era, antes que nada, una pena de muerte, enfermedad sin cura. No existe futuro.
Me lo comunican y me desmayo. Ese impacto me derrumbó como si fuera un disparo certero. Al despertar, mi primera imagen era pensar en mi esposa embarazada de seis meses. Uno ya deja de pensar en sí mismo.
Las primeras reacciones físicas eran crisis nerviosas y debilitación. El miedo a una muerte lenta y segura, se agrava en prisión. Convivo rodeado de enfermos en fase terminal. Observaba con obsesión las reacciones y el estado de ellos.
Cualquier síntoma físico extraño yo lo asimilaba al principio del fin. Agonizaba.

Resignado y en esa situación traumática, aparecen dudas sobre terminar con mi vida. Era humano sentirse así. La vida no tenía sentido. Vivir era sufrir. Vivir con miedo es terrible. Pero pensar en mis hijos me hacía resistir.
Don Juan era psicólogo del centro. Se me apareció como un ángel protector. Aparecía cuando más le necesitaba. Me escuchaba atento y leía entre líneas mi pensamiento y mis miedos. Me hizo combatir la angustia.
Ya era creyente y se me incrementó la fé. Empecé a ver por el bienestar de los míos y su futuro. Y mantuve en secreto seis meses este gran secreto. Con engaños hice que mi mujer se hiciera la prueba y salió negativa. Gran alivio. Pero mi socio, al comunicarle mi condena y mi enfermedad, me traicionó convencido que tenía 8 años en prisión para morir. Se apropió y dilapidó todo.
No sé si existen palabras, pero yo no puedo explicar bien lo que tenía en mi cabeza y en mi corazón. Ojalá me vierais por dentro para entenderme.
Hice que viniera mi mujer y le comuniqué mi enfermedad. Un minuto terrible. Su primera reacción, lógica y humana, era que yo le había traicionado con infidelidades. Fue el detonador de perder la familia, el hogar que me hacía luchar.
Pasaron 14 meses muerto en vida. Entonces, un día, un médico del centro, después de una profunda y tranquila conversación, reacciona y me dice : “Vamos hacer otros análisis”. Después me comunican que yo no tenía esa maldita enfermedad. Había sido un error. Viví, malviví 14 meses en una tormentosa mentira.
No puedo otra vez explicaros como me sentí. Había resucitado. Reía y lloraba. Sentía alegría y rabia. Dudas y miedo. Otra vez el miedo.
Aparecía de nuevo el futuro. Pero todo era difícil. Todo eran recelos, miedos y confusión. Traumas interiorizados imposibles de superar.
Me recomendaban demandar por el daño de ese error. Pero el dinero, la ambición de más dinero me llevó a la cárcel y el dinero no me iba a compensar nada.

En un permiso quebranté la prisión. Durante unos años sólo hice trabajar y no pensar en mí. No pude recuperar mi familia y hogar. No conseguí mantener otras relaciones estables. Sigo con miedos. No puedo hacer analíticas y temo acudir a los hospitales.
De nuevo en prisión, cumpliendo lo que me resta de aquella condena, siento necesidad de contar esta historia 14 años después.
Paradojas de este mundo : me entienden mejor los que no creía y no me entienden los que yo consideraba.
A pesar de los pesares, la vida es bella.

Fernando

1 comentario:

  1. Hola Fernando:

    Un historia impresionante. Como muy bien dices, habría que haber podido estar dentro de ti para sentir lo que tú has sentido ya que es algo inimaginable. Pero yo que soy un optimista nato, te diré que es una historia de superación humana. Imagínate que te hubiera quitado la vida pensando que tenías SIDA sin tenerlo. Pero a pesar del cúmulo de circunstancias que se produjeron, decidiste apostar por la vida y aquí estás y lo que has vivido aunque tremendamente negativo, estoy seguro de que te habrá servido para ver la vida con otros ojos y saber apreciar lo verdaderamente importante.

    Enhorabuena por el final feliz!!! Termina tu condena y comienza una nueva vida plena y feliz. Te lo deseo de corazón.

    Un abrazo

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