martes, febrero 13, 2007

Diario Íntimo de un Condenado capítulo 29


La Entrevista (diseccionando el alma…)

Hace días murió un famoso periodista que dejó dicho: “quien no es buena persona no debiera ejercer esta profesión”. Estoy de acuerdo pero, y si vuecencias me permiten el atrevimiento, añado una sencilla reflexión: si ese principio es aplicable a los periodistas que siempre son al tiempo, en mayor o menor medida, creadores de opinión; ¿Cuánto de el hay que aplicar a otros profesionales, por ejemplo, a los psicólogos?

Yo siempre he creído que a los psicólogos debiera de exigírseles la misma capacitación profesional y experiencia que a un neurocirujano. Es más, creo que no es adecuado ni aconsejable y si muy peligroso enseñar psicología, ni medicina a personas que no muestren una vocación indudable, ética intachable y compromiso real para con sus semejantes.

Los estudiantes de psicología no pueden hacer prácticas sobre cadáveres humanos ni sobre animales de laboratorio, así que, para ellos y sus objetivos, siempre es fuego real. Tienen la ventaja de poder adquirir una experiencia sólida y real pero, sus errores pueden tener consecuencias desastrosas para la vida de las personas que tratan. Si vuestras eminencias creen que una Psicóloga con experiencia no supone un peligro real e inmediato para su vida, no sigan leyendo.

¿Ya hemos quedado los que sí creemos que el peligro es real?, bien. Veamos que hacer cuando aún no sabemos si la psicóloga que nos va a “diagnosticar”, es una buena profesional o, por lo menos, una buena persona. Como se supone que la que nos tiene que tratar es ella y que, antes de hacerlo necesitará conocer nuestra mente, si nos ponemos en guardia o intentamos analizarla nosotros a ella, lo más probable es que ni nosotros ni ella consigamos nada.

Así que, ante una primera toma de contacto lo mejor es relajarse y dejar el asunto de nuestra seguridad en manos del sistema límbico. Del nuestro y del suyo. En lo que respecta a nosotros, si nuestra intuición nos dice que es una persona en la que podemos confiar, si la amígdala dice que no hay peligro; sigamos adelante, abrámosle el alma y dejemos que la cure.

Si nos dice que no es un ente fiable, abandonemos toda esperanza. Debemos ponernos en manos de otra persona. Nuestra maquinaria emocional es antigua, muy antigua pero, muy efectiva cuando se trata de mantenernos con vida, quizá por eso casi no ha evolucionado desde el tiempo en que (según Darwin) éramos reptiles. Analiza las situaciones en conjunto, sacrificando el detalle en beneficio de la velocidad, la respuesta es inmediata y no está contaminada. No hay pensamientos, no hay palabras, sólo algunas imágenes difusas, unos pocos sonidos inaudibles y algunos olores no perceptibles pero… si el vello de los brazos se eriza, mal asunto.



A. V. de B.


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