La Tortilla de Mike
Mike ha vuelto hoy, después de disfrutar de un permiso de cuatro días (el primero que le conceden en casi seis años…). Se le ve otro color, más saludable; estoy convencido de que se le han cargado las pilas para un par de meses o tres; a ver si tiene un poco de suerte y le conceden alguno más antes de que cumpla los setenta años (tiene 69…). Por cierto, dicen por aquí las malas lenguas que la Junta de Tratamiento de esta prisión es muy tacaña a la hora de conceder permisos, ¡boh!... maledicencias, comentarios de taberna, ganas de marear.
Ahora las mismas malas lenguas dirán: “mira éste como le hace pelota a los de la junta…” y otras lindezas por el estilo. Craso error, los que me conocen saben que nací totalmente incapacitado para cualquier juego de pelota y además, a mi no tienen que concederme permisos. Decía Robert Heinlein: “Una junta, como un comité, es una forma de vida con seis o más piernas y sin cerebro” y; básicamente estoy de acuerdo con él pero… hay excepciones y prisiones mucho peores que ésta. En este caso (como en otros que veo a diario), si
A lo que íbamos Mike, un americano de Wisconsin que lo único que conoce de España es la cárcel, estaba contento, miren vuestras paternidades lo que me ha dicho: “oye, ¡que amables son los gallegos!, ¡hablan bajito! (a Mike le fastidia el ruído…) ¡y que buena está la tortilla de patatas! Y vuecencias se preguntarán: ¿es que los gallegos de esa cárcel no son amables? ¿no hay gallegos en la cárcel?, ¿por Tutatis tan mal andan de presupuesto en la cárcel de A Lama, que ni siquiera les dan tortilla de patatas a los presos? pobrecitos...
Huumm… verán… ¡jo!... vale, contestaré a las preguntas pero, que no sirva de precedente; no puede uno andar jodiendo a la Jun… a los de arriba y a los de la cocina en el mismo capítulo y seguir con vida. A ver como lo arreglo antes de acabar… Uff.
Aquí la tortilla de patatas si que figura en el menú y la ponen varias veces al mes; lo que pasa es que Mike no había tenido jamás la oportunidad de probar una tortilla hecha con patatas (gallegas), cebollas (gallegas), huevos (gallegos); con el amor que en la elaboración pone una gallega que ha pasado muchos años trabajando en Suiza y claro, el muy capullo se ha enamorado… de la tortilla, de la gallega (que seguramente hablaba bajito y dulce…), de la copa de vino que acompañaba a la tortilla y de lo amables que son las viguesas cuando un venerable anciano americano les pregunta donde queda la calle esa donde, unas señoras gallegas domestican a las ostras… con limón y vino blanco. Como poco, le hablarían en “castellano” (él no entiende el gallego) y a lo mejor hasta lo pasaron por la piedra; perdón… quise decir que lo llevaron a A Pedra. ¡coño!, en que estaría yo pensando…
A. V. de B.
No hay comentarios:
Publicar un comentario