Fútbol (1º Tiempo)
Dirán que soy un quisquilloso y que lo que pasa es que odio el fútbol. Bien… puede que ambas cosas sean ciertas; incluso acepto “odio” como: “emoción que me produce ver a 22 millonarios hacerse más millonarios jugando a lo que les gusta”; mientras un promedio de 60000 homínidos, en su mayoría integrantes de las clases medias-bajas, que se han gastado una buena parte del sueldo en las entradas, desplazamiento, merienda, bufanda y camiseta con numerito, les aplauden cuando ganan y les justifican cuando pierden y; unos cuantos millones más hacen lo mismo a distancia, mirando la tele en sus casas o, en el bar de la esquina.
Es cierto, no me parece bien que para mantener semejante circo dentro de un mínimo de orden, sea imprescindible movilizar a miles de funcionarios de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, cada fin de semana y a veces también en medio de la semana. Observen vuestras eminencias que he escrito funcionarios; ha sido para indicar que, su formación, sus armas, sus uniformes y su nómina, la pagamos todos. Esto es, unos pocos millones de habitantes del reino que disfrutan mucho con el jueguecito y, bastantes millones más que, si pudiéramos, aboliríamos tal espectáculo por alienante y embrutecedor.
Entiendo, claro está, que el fútbol produce grandes beneficios económicos, el problema es que no me convence nada como se reparten. A parte de los jugadores, managers, directivos y árbitros, sólo ganan infames cantidades de dinero, algún periódico y las cadenas de televisión. No sólo con la emisión de los partidos (que vienen a ser lo de menos y además han tenido que pagar antes por los derechos) o, con la carga de publicidad que las acompaña; sino durante el resto de la semana emitiendo resúmenes, repeticiones de la jugada, análisis de la liga, aburridos debates (que nada modifican) acerca de las actuaciones arbitrales y entrevistas a futbolistas. Por cierto, ¿no podrían invertir unos eurillos de las ganancias en enseñarles a hablar?
Aparte de lo mencionado, el fútbol surte de contenidos ligeros a docenas de programas rosa, en los que se organizan más debates, se emiten vídeos “robados” a intimidades mal guardadas, se persigue sin cuartel a los protagonistas y a sus familiares, se les provoca para obtener respuestas acordes con el amarillo bandera de la “línea editorial” (que cambia de dirección y a veces de sentido cada semana o incluso, en la misma emisión) de los programas. Unos días toca hablar del rubio inglés, su esposa la cantante y sus hijos de diseño; otros sobre el morenito brasileño y su novia la modelo y; a veces sobre las juergas que montan para sus cumpleaños, siempre tan colectivas. Parece que no saben meterla si no es en equipo y con el aplauso de la concurrencia pero, les jode que les repitan esas jugadas. Intermedio.
A. V. de B.
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