La mate porque era mía… (La herencia R)
Desde que decidí escribir sobre este asunto la tragedia no ha dejado de representarse. Un hombre en Toledo mató a más de la mitad de su familia y lo intentó con el resto, para suicidarse después. Desde entonces he oído a media docena de psicólogos/as opinar sobre los hechos; una de ellas dijo que probablemente lo había hecho porque les quería… es posible, pero poco comprensible para el común de los mortales.
El sábado pasado, mientras Augusto explicaba el II Acto de Rigoletto, no pude evitar pensar: “aquí estamos, asistiendo a la grandiosa representación de esta magnífica obra en el Arena de Verona, gracias al DVD. Cuanto hemos avanzado tecnológicamente y que poco en el manejo de nuestras emociones, hasta cuando vamos a seguir representando este mismo libreto en la vida real…”, el mundo sigue lleno de padres que creen que sus hijas son suyas; una propiedad que sólo cederán a otro hombre, casi siempre de mala gana.
Esa propiedad que nunca fue del todo cierta, hoy lo es menos aún. Las mujeres (social y legalmente), están en un plano de igualdad con respecto a los hombres. Sólo algunas poderosas sectas religiosas (todas las monoteístas) mantienen que deben estar sujetas a la autoridad del varón y les niegan el acceso al sacerdocio y a la jerarquía. Por cierto en este reino nuestro (o de ellos…), con la excusa de la libertad religiosa, se permite y hasta se subvenciona que estos grupos sigan impartiendo este tipo de enseñanzas. Es más, el mismo estado aconfesional que dice garantizar esa libertad religiosa ¡¡reconoce a los padres el derecho de sujetar y adoctrinar a sus hijos con la religión que prefieran!! Pero… entonces sólo hablamos de la libertad de los padres. ¿Dónde queda el derecho de los hijos, su libertad religiosa? No pueden elegir hasta la mayoría de edad.
Sin embargo es bien sabido que ese tipo de adoctrinamientos impartidos en la infancia y en la adolescencia se fijan en la mente como los tatuajes lo hacen bajo la piel. Cualquier especialista sabe que las sinapsis que se forman hasta los ocho años (el podado) son permanentes, no se olvidan jamás; que las experiencias de la adolescencia, para bien o para mal, marcan la personalidad y en muchas ocasiones crean traumas imposibles de curar.
Hay enseñanzas que pueden parecer inocuas o incluso buenas pero, en realidad son auténticas bombas de relojería, ocultas y difíciles de desactivar. La mayoría de las veces el mecanismo no se pone en marcha, o se le agotan las pilas; en ocasiones la explosión sólo daña al portador de la carga pero, en otras, hace el mismo efecto que una bomba de racimo… hiere o mata todo lo que está a su alcance.
A. V. de B.
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