La mate porque era mía… (Ley y Orden)
El marco está bien pero el cuadro es un desastre. Hicimos la ley del divorcio para sustituir el antiguo “ahí te quedas” más, no se hizo nada por cambiar algunos vicios. Nadie puso en duda durante años que los hijos eran de la madre y, la tutela compartida es una medida que aun hoy se acuerda o se impone de forma excepcional.
Así las cosas, los machos ibéricos de la segunda generación casi nunca estaban interesados en hacerse cargo de sus hijos; era mucho más cómodo enviar un cheque con la pensión de alimentos y, disfrutar de la recuperada soltería. Una actitud irresponsable que tenía que acarrear nefastas consecuencias. Y las acarreó. Tan irresponsable como la de utilizar a los hijos como moneda de cambio, cuando no como instrumento de chantaje para perjudicar al otro.
Lo que parecía una solución para muchas parejas que en realidad ya estaban separadas resultó (por falta de previsión, información y educación), ser una fuente de nuevos problemas. La realidad a día de hoy es que para una pareja de clase media o media-baja, un divorcio supone trauma. Debido a lo precario de las rentas familiares las separaciones son ruinosas para todos los miembros de la familia (salvo si son abogados matrimonialistas…).
Generalmente, la mujer se queda viviendo en la misma casa , con los mismos hijos y menos recursos. El hombre abandona el domicilio familiar (en España 9 de cada 10 divorciados) y pasa a costearse un nuevo alojamiento. Fin de la vida compartida, fin de los gastos compartidos, fin de los problemas compartidos, fin… Los hijos pierden a uno de sus progenitores y su nivel de vida, baja. En realidad baja del de todos al terminar la “cooperativa familiar”.
Cuando creíamos que no lo habíamos hecho tan mal, aunque todo es mejorable, llega la tercera generación y echa por tierra todo lo que creíamos haber logrado. Las mujeres llevan engañando a los hombres desde siempre, lo mismo que ellos a ellas y, lo siguen haciendo, claro, pero ahora resulta que muchos hombres no asumen que una mujer les deje y, las amenazan, las agraden y demasiadas veces, las matan.
Los legisladores en un alarde de imaginación han endurecido (alargado) las penas de prisión para este tipo de delitos, incluso han creado algunas normas específicas para proteger a las mujeres, pero cada día hay más casos de desesperados que se suicida (o lo intenta), tras haber asesinado a “su mujer”. Hay casos, en los que algunos desequilibrados, en busca del crimen perfecto matan también a sus propios hijos. En otros, basta con que a un hombre le acusen de agresión sexual para que le encarcelen y… le condenen sin más prueba que el testimonio de la víctima.
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