La mate porque era mía… (La herencia G)
Desmond Morris, que es zoólogo y etólogo, nos llamó “monos desnudos” hace más de veinte años. José Luis Asuaga, un paleontólogo que lleva otros tantos estudiando fósiles “humanos”, uno de los descubridores del Homo Antecesor (nuestros abuelos de Atapuerca…), no ha sido más generoso al calificarnos como: “Australopitecos (mono austral), asesino y caníbal”.
He ahí una parte importante de nuestra herencia genética. Si Charles Darwin estaba en lo cierto y, va a ser que si, el cruel mecanismo de la selección natural favorece la supervivencia de los más fuertes. Todavía no está claro que pasó pero, cuando los de Atapuerca llegaron a la Península Ibérica desde África (quien dice que no tiene pueblo a donde ir a pasar las fiestas si todos tenemos un antepasado en Burgos), ya vivían aquí nuestros hermanos Neardentales y cada día hay más sospechas de homicidio y canibalismo.
Quizá tuvo lugar una de las primeras limpiezas étnicas de la historia. Ellos eran más fuertes, más altos, más guapos, ya cultivaban la Flor Roja (de Kipling…) y enterraban a sus muertos y; sin embargo murieron hasta extinguirse. Es probable que los Neardentales creyesen que aquellos simios llegados del sur con sus anticuadas costumbres, no eran peligrosos o que, en caso de que fuesen agresivos, no podrían vencerles. Quizá creyesen que podrían “civilizarlos”, modernizarlos, cambiar su forma de ser y convivir con ellos.
Una actitud muy femenina y bastante suicida esa de: “mi novio bebe mucho pero, cuando nos casemos madurará y dejará de hacerlo” o, “mi novio es muy celoso pero, eso es porque me quiere mucho, si no fuese celoso no estaría segura de que me quisiese” o, “mi novio los domingos no está para nadie porque va con su pandilla al fútbol pero, cuando tengamos hijos iremos de excursión todos juntos”. Creer que el matrimonio es indisoluble, una garantía de fidelidad sexual y, estabilidad emocional y económica. Olvidar, despreciar uno de los rasgos más característicos del macho, la independencia; tener el convencimiento que algo grabado a fuego durante miles de años de evolución, se puede llegar a borrar porque unas hormonas se pongan a dar botes de alegría.
Los humanos tendemos a pensar que la involución no es una posibilidad con futuro, nos gusta creerlo a pesar de que Irán, Afganistán o Yugoslavia son testimonio reciente y todavía sangrante, de lo fácil que es retroceder. Nadie que en los años 60 y 70 del pasado siglo haya luchado por la igualdad de derechos, por la ley del divorcio, por la legalización de la píldora, por la despenalización del aborto, cree hoy, que se puedan perder logros tan importantes y retroceder. Tampoco imaginaban que en el siglo siguiente (este) el machismo perviviría, a pesar de todo, mostrando su carácter más virulento y, sin embargo, ahí está; matando…
A. V. de B.
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