sábado, octubre 17, 2009

Diario íntimo de un condenado


Capítulo....

“Después de octubre de 2009”

Regreso ahora sin haberme ido nunca. Vuelvo a las letras que, sin embargo, no había dejado; no obstante el paréntesis que desde mayo ha hecho imposible publicar cualquier cosa de las que he escrito dado su carácter extremadamente íntimo, doloroso, desgarrado, real… Me habían hecho una bonita despedida y esta vez sí creí que hoy estaría publicando todo ello en mi blog. Han sido seis meses, si sumamos el ante acto o la preparación de la penúltima batalla que, como se puede ver (muchos lo interpretarán así), he perdido. Yo, como siempre, cauto, pesimista y aún a pesar de ello esperanzado; no sé si he perdido o ganado ¿Cómo pueden saberse esas cosas sin la perspectiva del tiempo?
En muchas ocasiones a lo largo de esta ya dilatada vida, de este interminable deambular por tan diferentes caminos y por algún que otro intrincado laberinto; pensé que había ganado, incluso, pobre de mí, que había alcanzado la felicidad. Pero ¿Qué sabía yo entonces? Pensé años después y cuando me lo pregunté, tampoco sabía nada; eso es lo que pienso ahora. Ahora que ya sé que aquello no era la felicidad sino unos felices momentos, quizá unos felices años. Ahora que ya sé que si logro alcanzar el final del próximo lustro, hallaré allí un cartel que me anunciará que hoy, cuando esto escribo, tampoco se una mierda.
Puede entonces que esto que ahora considero una batalla perdida, no sea tal sino el momento en el que comienzo, gracias a la decepción, el abandono y la pena, a ganar la guerra. No lo sé; nadie lo sabe y eso me consuela, ciertamente. No he dejado de leer claro, es la única gimnasia que puedo hacer sin dañar mi cuerpo demasiado y; por cierto, creo que de las pocas convicciones que junto al desprecio por los gimnasios, comparto con Beatriz de Orleáns; lo cual me hace especialmente feliz pues nunca entendí bien las aficiones del pijerio madrileño, a pesar de haber frecuentado durante casi diez años a gran parte del que puebla el Barrio de Salamanca y desgasta con sus curiosísimos andares, la calle Serrano y alrededores.
Perdida pues la esperanza de saber; perdida también la seguridad de que la experiencia sirva en realidad para algo más que apartarse de ésa piedra del camino, tan conocida. Muy menguada la confianza en la memoria, una vez constatado y probado que con el paso de los años tiende a mezclar lo real con lo virtual, lo ocurrido con lo soñado, lo imaginado con lo vivido y; no habiendo alcanzado certeza alguna en lo que se refiere al amor y la amistad; aquí me hallo, unos días más cansado que otros, algunos al borde de la desesperación y todos en fin, intentando no perder la cordura aún sin tener claro si sigo cuerdo ó, si algún día los estuve. Sin otra referencia para ello, sin otra orientación que los libros y el devenir del resto de los humanos que me rodean.Si es cierto aquello que hace mucho tiempo leí, no se donde y de verdad que siento no recordarlo: “sólo se vive el tiempo que se ama”; al final de esta condena (palabra etimológicamente ajustada y literal); si los dioses no lo remedian antes, habré resucitado de entre los no muertos pues, tengo por cierto que lo más duro de la pena está siendo el desamor. A nadie he amado lo suficiente en este tiempo y tampoco me he sentido en el, suficientemente amado por nadie. He sido, eso sí, odiado, admirado, despreciado, adulado, requerido (que nada tiene que ver con querido), nunca indiferente pero; amado no. Lo hubiera notado.


A.V de B

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