martes, enero 22, 2008

Diario Íntimo de un Condenado capítulo 74



La Familia y Los Otros…

¡Aquí estoy! De nuevo en la celda, con la máquina de atontar encendida y escribiendo lo que debía haber anotado hace unos días. Gracias a los dioses (o a pesar de sus caprichos), mantengo una memoria envidiable y aunque en estas dos últimas semanas, una pandilla de virus de la gripe se han venido a parasitar mis células y, por tanto, a darme por el culo con unos cuantos kilos de mucosidades de colores varios y cambiantes; estornudos y toses de toda índole; dolores musculares y articulares poco soportables en ambientes tan húmedos como este y fiebres persistentes, que ha sido necesario combatir con dosis más bien altas de paracetamol; sigo vivo y con las mismas pocas ganas de morir que antes de la llegada de los virus. Ya deben quedar pocos y acobardados…

El caso es que, entre el poco comer, el mucho beber y el continuo malestar, no he tenido ni ganas ni fuerzas para sostener el bolígrafo y enhebrar más de dos ideas seguidas porque, eso sí, los virus no han sido quienes de traer, llevar o cambiar ninguna de las que había. Tenía que haber contado a los que este blog frecuentan, que el pasado sábado 12 de enero celebramos la III Jornada de Convivencia Familiar. Que durante unas tres horas, los familiares de muchos compañeros se desplazaron hasta la prisión; penetraron en el interior de la cárcel; estuvieron en este módulo y pudieron ver todas sus instalaciones y que, como en anteriores reuniones (sobre todo los que asistían por primera vez), esto sirvió para que marcharan “más tranquilos” de lo que llegaron.

Con ellos recorrimos los rincones donde a diario no hay más que presos o soledad. Con ellos compartimos las horas, tertulia, algunas actuaciones folclóricas y teatrales y al final, un pequeño tente en pie que los compañeros de la panadería y la cocina tuvieron a bien prepararnos.

A los que siguen sin estar de acuerdo con estas Jornadas, a los que las califican como jolgorios impropios de una cárcel, a los que no están de acuerdo con la existencia de este tipo de módulos porque creen que en la cárcel hay que vivir mal, lo peor posible, recordarles que; la Constitución Española no dice eso sino lo contrario; que deberían releer (leer si no lo han hecho aún…) los primeros Artículos de la LOGP donde dice claramente (y manda…), que la Institución Penitenciaria ha de hacer todo lo posible para acercar la sociedad a la cárcel, porque los que aquí estamos no somos elementos extraños a esa sociedad, sino ciudadanos temporalmente privados de libertad, no de otros derechos fundamentales y, por la fuerza de la Ley y el Estado de Derecho, en esa misma sociedad hemos de ser reinsertados (y a ella devueltos), cuando cumplamos la condena y alcancemos la Libertad.

A. V. de B.


lunes, enero 21, 2008

LA SEMILLA


El otro día estaba viendo distraídamente la televisión en mi celda cuando algo captó mi atención. Se trataba de un reportaje que contaba las peripecias de un reportero que, harto de las banalidades y superficialidades del mundo en el que vivía, quiso hacer realidad su sueño. Y lo consiguió.

Su sueño, explicaba, consistía en recorrer en bicicleta los siete desiertos más grandes del mundo. Tenía el anhelo de encontrar la libertad en los vastos y amplios espacios que tales escenarios naturales ofrecen. El buen hombre se buscó sus patrocinadores para tal aventura, y, con el propósito de escribir un libro en el que contaría sus experiencias y mostraría el variopinto material gráfico que obtendría, partió para la magna aventura. Ahora, a la vuelta, había preparado el libro convenido y lo estaba presentando para su venta.

Hasta aquí, todo bastante “normal”; no es ni el primero ni será el último en este tipo de aventuras con libro posterior. Pero lo que me llamó la atención fue la conclusión que este joven reportero extraía de su búsqueda de La Libertad durante 5 años, miles de kilómetros, muchas y muy diferentes gentes tratadas a lo largo de su periplo y cientos, acaso miles, de anécdotas vividas. Afirmaba con rotundidad que “La Libertad no se alcanza huyendo a espacios abiertos, sino que es una actitud ante la vida”.

El razonamiento anterior, precisamente por mi situación de preso de la cárcel de A Lama, me sacudió como una corriente eléctrica recorriendo mi cuerpo. Efectivamente, esta frase “la libertad es…una actitud ante la vida” encierra un montón de posibles significados para cada uno de nosotros todas igualmente válidas; pero, para mi y en esta situación, me arma con un arsenal de razones con las que parapetarme y pelear durante este episodio vital que me ha tocado vivir: la estancia en la cárcel.

Alguien podrá acusarme de buscar grano donde sólo hay paja, de consolarme con poco y que, al final, lo que cuenta es que estamos presos y punto… Bien, pues yo no comparto esta opinión, si la dejamos tal cual. Mi punto de vista es que La Libertad es la resultante de sumar muchos factores, además de la libertad de movimientos. Éste es, quizá, uno de los elementos más definibles de La Libertad, el más visible, pero ni es el único ni es, por sí mismo, el más importante.

El razonamiento del reportero me hizo reflexionar sobre los “otros” aspectos de La Libertad que tan a menudo olvidamos y que deberíamos cultivar mucho más. Me refiero a la libertad de pensamiento, de conciencia, de imaginación, de reflexión, de aprendizaje, de comprensión, de creación. Porque ¿quién podría quitarnos la libertad de imaginar con “Alicia en el país de las maravillas?¿o de soñar amores desgarrados con Neruda?¿o de viajar por medio mundo con Chesterton?¿o de vislumbrar el futuro con Asimov?¿o de sentir un escalofrío viendo “Los desastres de la guerra” de Goya o “El Guernica” de Picasso?¿O de vivir como un pilluelo llamado Hukleberry Finn?¿O de ser testigos en primera persona de las glorias y miserias de la España Imperial del s.XVII con Alatriste?¿o de convertirse en el “Barón rampante”, siempre rebelde pero siempre consecuente, que nos mostró Italo Calvino?¿O de temblar de emoción con la poesía de Miguel Hernández o de San Juan de la Cruz?... o sea, acceder a un montón de vidas, tiempos y lugares, sin restricción de ningún tipo.

A aquellas libertades debemos apelar aunque el sistema penal y penitenciario nos haya retirado la otra temporalmente, la que parece más natural a la persona. Es más: cultivarlas ahora, mientras carecemos de la otra libertad, nos permitirá vivir una vida más “rica” tanto en prisión como cuando podamos volver a movernos libremente de un lugar a otro. Esta es la SEMILLA que podemos plantar ahora y que germinará en nuestra nueva vida después, enriqueciendo la recuperación de la libertad y dotándonos de mayor capacidad de juicio y de disfrute de los placeres cotidianos propios de cualquier ciudadano.

J.A.L.R.

sábado, enero 19, 2008

Jornada de Convivencia familiar (12 de enero de 2008)


Es sábado. En el ambiente se percibe cierta inquietud. Aunque ya llevamos días con los preparativos, son inevitables los nervios de última hora. Se ha hecho, con mayor esmero, la limpieza general y se han convertido los talleres ocupacionales en salas de exposición. El orden del día se ha establecido desde hace casi un mes y se han preparado los actos para la jornada: recibimiento al son de las gaitas gallegas, visita a talleres y celdas, sorteo de tres trabajos realizados por los internos, una proyección sobre actividades realizadas durante el año, un monólogo, una merienda.

Para unos es la primera vez en la que su familia entra a prisión. Para otros es la tercera ocasión. Algunos, los menos, no van a recibir a nadie, bien porque son extranjeros, bien porque no han podido venirles en esta fecha. Para todos conlleva sentimientos encontrados.

Quienes estamos aquí dentro somos conscientes de que atravesamos por una situación en la que lo fácil y cómodo hubiera sido que nuestras familias se avergonzaran de nosotros y nos hubieran dado la espalda. Sin embargo, aquí están una vez más, como cada día desde que hemos ingresado aquí. Cuántas veces se han preocupado y nos han preguntado cómo estamos, quiénes son nuestros compañeros, cómo es la celda y el lugar en el que pasamos ahora nuestro tiempo. Hoy tienen la oportunidad de comprobarlo.

No encuentro, ahora que se discute tanto en algunos medios sobre qué es la familia, mejor definición que su presencia entre nosotros. Son nuestro mejor apoyo, nuestro verdadero contacto con la sociedad, nuestra razón para no perder la esperanza, el motivo por el que luchar y querer recuperar la libertad que hemos perdido.

Al compartir con nuestras familias esta jornada, que quisiéramos fuera más larga y en otro lugar, queremos hacerles ver que estamos bien a pesar de estar donde estamos, que les queremos, que son nuestro motivo de esperanza.

Ya llegan y nos fundimos en un abrazo con ellos. Alegría y tristeza se dan la mano. Procuramos que capitanee más la primera.

Después del cariñoso saludo y de alguna que otra presentación a los compañeros más cercanos y a algunos miembros del equipo técnico y funcionarios, nos dirigimos a los talleres. Les impresiona ver los trabajos realizados y toman conciencia de que tratamos de aprovechar el tiempo. La visita a la celda les impacta un poco. Aunque no son mazmorras no deja de ser un espacio pequeño en el que permanecemos la mayor parte del tiempo confinados.

El sorteo de los trabajos, el monólogo del Club de la Comedia que uno de nuestros compañeros recrea y la música que ejecutan otros hacen el ambiente distendido y festivo. Quienes no han recibido a sus familias se esfuerzan por servirnos a todos en la merienda y que podamos aprovechar el máximo tiempo a su lado.

Llega el momento más triste. El abrazo de despedida está más inundado de lágrimas que de sonrisas. Pero hemos pasado una jornada de esas que se hacen únicas y que parecen impensables en una prisión. Creemos que nuestras familias han quedado un poco más tranquilas porque nos han visto bien. Esperamos la próxima jornada, especialmente, aquella en la que el abrazo con ellos sea más allá de estos muros y rejas que nos encierran.

E.F.R

jueves, enero 17, 2008

LA SEGUNDA OPORTUNIDAD

En un escrito anterior reflexionaba sobre los diferentes aspectos que, a mi juicio, la verdadera libertad contiene. Venía esta cuestión a cuento de que aunque nos cercenen temporalmente la capacidad de decidir adónde movernos con libertad podemos sin embargo cultivar otras formas complementarias de vivir y conocer otros mundos, otras personas, otras culturas,…, otras formas de vivir enriquecedoras de la nuestra.

Sin embargo, olvidé conscientemente hablar de otro aspecto sobre el que trabajar y sembrar en paralelo. Se trata de viajar a nuestro mundo interior y conocernos mejor, tratar de destilar lo mejor que de nosotros se pueda obtener para aprovecharlo más adecuadamente en el futuro. La estancia obligada en prisión puede permitirnos –deberíamos intentarlo, al menos- mirar a nuestro interior y analizarnos, conocernos y obtener las conclusiones oportunas sobre nuestras intenciones futuras, nuestras fortalezas y debilidades y poner en cuestión aquellos objetivos que nos guiado hasta ahora para, si así fuese necesario, corregirlos.

Durante el tiempo que llevo en prisión he escuchado decir varias veces a compañeros aquello tan manido, pero no por ello menos real, de que este tiempo vivido aquí, encerrado e imposibilitado para realizar plenamente una vida social, familiar y laboralmente aprovechable es un “lapsus vital” inútil y perdido. Y es bien cierta esta afirmación.

Sin embargo, propongo al lector que repiense este tiempo de condena y lo intente convertir en un campo productivo para sí mismo y para su futuro. Se trata, pues, de prepararnos para aprovechar la vida que vendrá; desenmascararnos ante nosotros mismos y conocer aquello que mejor nos define: encontrar nuestras fortalezas para potenciarlas, y aflorar nuestras debilidades para minimizarlas. De esta forma, nos haremos una idea cabal de qué caminos podremos tomar una vez recuperada la libertad y nos enfrentemos al mundo exterior.

Frecuentemente se oyen opiniones, por parte de presos excarcelados y con su deuda saldada ante la sociedad, acerca de lo duro y difícil que es el mundo cotidiano, que nadie regala nada, que se carga con el sambenito de ser un ex convicto y que arrastramos una marca que hace que la “gente normal” no nos ofrezca oportunidades. Decir que las anteriores afirmaciones no recogen una realidad cotidiana y muy dura sería falso. Pero resulta, en mi opinión, que esos efectos pueden minimizarse si nos esforzamos por cultivarnos y potenciar lo bueno que tenemos cada uno de nosotros. Así sabremos qué podemos ofrecer al salir, qué tipo de “producto” somos para el “mercado laboral y social” en el que nos tenemos que insertar. Para la “gente normal” no resulta fácil aceptar de buenas a primeras a un ex preso como compañero de trabajo o de comunidad o, por supuesto, ofrecerle un trabajo y confiar en la persona.

Algún lector pensará: y eso ¿cómo se hace? Resulta claro que todos sabemos los aspectos que pueden valorarse en “la calle” a la hora de vivir el día a día en cada faceta que queramos analizar: laboral, familiar, social. Así que todos tenemos pistas. Pues bien, lo que yo propongo es mezclar los factores ya comentados: mejorar nuestras habilidades y cultura, potenciar lo mejor que tenemos que ofrecer y tener en cuenta qué busca cualquier individuo de “la calle” en cada faceta a la que nos enfrentemos.

Desde luego, no existen fórmulas mágicas ni soluciones universales para personas como nosotros. Lo que sí resulta cierto es que limitarnos a dejar transcurrir el tiempo de condena sin pensar en todas estas cuestiones es garantizar, sino el fracaso de nuestra reinserción, sí mayores dificultades. Por tanto, no ahorremos esfuerzos y pongamos todo de nuestra parte para aprovechar la segunda oportunidad.

J.A.L.R.