domingo, febrero 18, 2007

Diario Íntimo de un Condenado capítulo 31


Lamento por Christian…

El tiempo pasa y la llama de la vida se va consumiendo. Hay una calima; un polvillo en el aire; un orballo casi constante que va blanqueando el cabello y hasta el vello; una pena que se apodera del alma; una soledad que la oprime. La muerte está a la vuelta de la esquina, en esta misma manzana.

A veces me pregunto que hago aquí. En lo esencial, lo que tenía que hacer está terminado desde hace tiempo. Si bien es cierto que en estos lugares todos los días sucede algo “nuevo” y, a veces, pocas, sorpresivo; la verdad es que lo único que he tenido que añadir a la memoria son media docena de detalles, de esos que sólo con el tiempo y la vivencia directa y diaria, se pueden llegar a conocer. En todo caso, nada que no me hubiesen contado antes.

Una cosa si he constatado, no recuerdo quien dijo aquello de: “…si de verdad queréis conocer el nivel democrático de un estado, buscad en sus prisiones” pero, no hay duda de que es un buen barómetro. Como vuestras informadas eminencias sabrán, aquí (en España) el número de presos duplica la media europea, un liderazgo de dudoso prestigio. Una buena colección de homínidos entre los que siempre hay algunos que pueden llegar a ser buenos amigos.

Es el caso de Christian. Más de cien kilos de mamífero superior, casi dos metros de eslora por casi uno de manga, genéticamente inmune a la lipodistrofia. Un hermoso ejemplar de mandinga importado, del que el Estado Español podría sacar algún beneficio en lugar de dejarle languidecer en una prisión. Un tipo que habla y escribe correctamente inglés, francés, alemán y hausa; al que se le entiende perfectamente en español cuando está relajado. Un tipo que viajado para conocer y, conoce. Me ha enseñado mucho sobre “la realidad” de África. Pero sobre todo Christian posee un contagioso sentido del humor, muy inclinado a la carcajada y lo ejerce a diario, sobre todo a partir del mediodía. Quizá “todo el” sea un arma disuasoria pero, es uno de los tipos más pacíficos que conozco. Y vuecencias ¿tienen la fortuna de convivir con alguien parecido?, ¿a que no?...

Christian se va (ojalá fuese a su casa, con su bellísima esposa. Paciencia hermano…); mañana ya no estará con nosotros y… ¡por Thor!, aún no se ha ido y ya le estoy echando de menos. Sólo se cambia de “domicilio” pero por aquí las distancias son algo más que los metros que separan los edificios.

Esto se va a quedar como si el caballo de Atila cruzase el patio. Paciencia… Habrá que reconstruirlo una vez más. Paciencia…

A. V. de B.


No hay comentarios:

Publicar un comentario