lunes, abril 06, 2009

DIARIO INTIMO DE UN CONDENADO

“Año Sabático”

Entre la primavera de 2005 y el verano de 2006, lentamente, con paciencia, fabriqué muchos litros de un cóctel que yo mismo había diseñado al 25%, con los ingredientes que tenía, tal como predica ese proverbio oriental, tan conocido como poco practicado: “si tienes limones haz zumo de limón”: una parte de desamor; otra de amargura; una más de desesperación y; una cuarta de esperanza sin otro fundamento que la propia intuición, la memoria, la falta de ambición (que, curiosamente, me había proporcionado el 25% de desesperación y no era la primera vez ni sería la última…) y, esos dos o tres genes rebeldes que sin duda quedan en mi ADN y que se expresan negándose sistemáticamente a aceptar cualquier imposición, incluidas las del destino… especialmente las del destino.
Me lo tomé sin añadir edulcorantes artificiales. A pelo. En realidad no tomé otra cosa durante más de un año. Un año sabático que nadie me impuso, que yo mismo me regalé porque era lo único que podía regalarme en aquel momento de total confusión en la que me había sumido mi segundo divorcio, el fin de la enésima relación “amorosa”… y la traición. 14 meses que dediqué por entero a decidir que haría con el resto de mi vida. Más de 400 días en los que cociné todo lo que comí; lo que me permitió perder más de 10 kilos y algunos contactos humanos superfluos. El resto de las “amistades” se fueron olvidando debido a la distancia (y a la falta de poder e influencia…).
Mi contacto con la naturaleza fue total. Viví las cuatro estaciones entre manzanos, limoneros y escuálidos melocotoneros. Viendo crecer las uvas y las calabazas; cultivando hierba buena para el té y albahaca para los champiñones. Rodeado de algunos pájaros y muchos insectos, a los que de nada puedo acusar; porque, si bien no me ofrecieron gran consuelo, tampoco me molestaron más allá de lo estrictamente necesario para llamar mi atención (al resto de los animales tampoco les gusta la indiferencia…) y esas interrupciones me sirvieron, las más de las veces, para hacer un alto, liar un cigarrillo y fumármelo. Harto de la escasa duración de la batería de litio de mi PC portátil; mi único contacto con el resto del mundo (pasaban semanas enteras en las que no recibía llamadas y otras en las que no cogía las que recibía…); llevé hasta la mesa debajo de la parra unos cuantos metros de cable, de este modo pude leer y escribir durante días enteros. Todos los que no llovió. Sólo me conectaba a la red por las noches para trabajar y en los días lluviosos para el resto. Aquel lugar estaba tan apartado que no llegaba el ADSL y la conexión con un viejo modem Diamond 56 Kbps. durante el día, resultaba muy poco fluida.
Allí, debajo de la parra, releí a Platón, a Marco Aurelio, a Spinoza, a Robert Graves, a Rudyard Kipling, a Joseph Conrad. Allí; a un par de metros del naranjo vi como crecía el azahar, blanco, me embriague con su perfume en los anocheceres y me comí sus naranjas después de cogerlas con mis propias manos. Allí debajo; lejos de casi todo, sin perder de vista el mundo (o lo que de él está en la WWW…); caminé por entre los escombros de mi soledad y escribí cosas que aquí y ahora no lograría ni imaginar y, sin embargo son mías, sé que son mías, mi memoria las reconoce. Algunas de ellas no son más que un viaje de ida a la desolación del que aún espero regresar…


A.V.DE B

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