sábado, enero 19, 2008

Jornada de Convivencia familiar (12 de enero de 2008)


Es sábado. En el ambiente se percibe cierta inquietud. Aunque ya llevamos días con los preparativos, son inevitables los nervios de última hora. Se ha hecho, con mayor esmero, la limpieza general y se han convertido los talleres ocupacionales en salas de exposición. El orden del día se ha establecido desde hace casi un mes y se han preparado los actos para la jornada: recibimiento al son de las gaitas gallegas, visita a talleres y celdas, sorteo de tres trabajos realizados por los internos, una proyección sobre actividades realizadas durante el año, un monólogo, una merienda.

Para unos es la primera vez en la que su familia entra a prisión. Para otros es la tercera ocasión. Algunos, los menos, no van a recibir a nadie, bien porque son extranjeros, bien porque no han podido venirles en esta fecha. Para todos conlleva sentimientos encontrados.

Quienes estamos aquí dentro somos conscientes de que atravesamos por una situación en la que lo fácil y cómodo hubiera sido que nuestras familias se avergonzaran de nosotros y nos hubieran dado la espalda. Sin embargo, aquí están una vez más, como cada día desde que hemos ingresado aquí. Cuántas veces se han preocupado y nos han preguntado cómo estamos, quiénes son nuestros compañeros, cómo es la celda y el lugar en el que pasamos ahora nuestro tiempo. Hoy tienen la oportunidad de comprobarlo.

No encuentro, ahora que se discute tanto en algunos medios sobre qué es la familia, mejor definición que su presencia entre nosotros. Son nuestro mejor apoyo, nuestro verdadero contacto con la sociedad, nuestra razón para no perder la esperanza, el motivo por el que luchar y querer recuperar la libertad que hemos perdido.

Al compartir con nuestras familias esta jornada, que quisiéramos fuera más larga y en otro lugar, queremos hacerles ver que estamos bien a pesar de estar donde estamos, que les queremos, que son nuestro motivo de esperanza.

Ya llegan y nos fundimos en un abrazo con ellos. Alegría y tristeza se dan la mano. Procuramos que capitanee más la primera.

Después del cariñoso saludo y de alguna que otra presentación a los compañeros más cercanos y a algunos miembros del equipo técnico y funcionarios, nos dirigimos a los talleres. Les impresiona ver los trabajos realizados y toman conciencia de que tratamos de aprovechar el tiempo. La visita a la celda les impacta un poco. Aunque no son mazmorras no deja de ser un espacio pequeño en el que permanecemos la mayor parte del tiempo confinados.

El sorteo de los trabajos, el monólogo del Club de la Comedia que uno de nuestros compañeros recrea y la música que ejecutan otros hacen el ambiente distendido y festivo. Quienes no han recibido a sus familias se esfuerzan por servirnos a todos en la merienda y que podamos aprovechar el máximo tiempo a su lado.

Llega el momento más triste. El abrazo de despedida está más inundado de lágrimas que de sonrisas. Pero hemos pasado una jornada de esas que se hacen únicas y que parecen impensables en una prisión. Creemos que nuestras familias han quedado un poco más tranquilas porque nos han visto bien. Esperamos la próxima jornada, especialmente, aquella en la que el abrazo con ellos sea más allá de estos muros y rejas que nos encierran.

E.F.R

1 comentario:

  1. me alegro que tengais estas jornadas de de convivencia familiar.
    Pero.........hay veces que es muy duro para la familia ver donde estas

    un beso

    paquita

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