martes, octubre 09, 2007

Diario Íntimo de un Condenado capítulo 67


¿Educación para la Ciudadanía? (2)

Así que… imagino que un poco de todo lo leído, más un mucho de todo lo experimentado se debe de traslucir en mi ascético modo de vida (incluso aquí dentro). Si a ello sumamos que mi celda carece de símbolos religiosos, que no asisto a misa los domingos, que no estoy cumpliendo con el Ramadán y que nunca se me ve ni lamentándome ni dejando papelillos en las rendijas del muro; la deducción es sencilla a la vez que superficial: este tipo es ateo. Supongo que lo poco que haya podido leer (o lo que le hayan contado) de lo mucho que escribo, tampoco le sugeriría otra cosa.

A un buen observador no se le escaparía que, precisamente eso, la sencillez extrema y el casi nada más allá de una docena de libros, es en si mismo un signo religioso (aunque también es cierto que para distinguirlo quizá sea imprescindible haber vivido en un monasterio). Las celdas no están construidas precisamente por maestros canteros. Nada de gótico queda en ellas salvo la ilusión de la soledad y la certeza del frío. El frío aquí no tiene nada de virtual; tampoco en la relación entre presos y funcionarios. Cualquier otra cosa sigue siendo mal vista por la jerarquía de ellos y los prejuicios de todos.

Y de eso se trata, de prejuicios. La Iglesia Católica, mejor dicho, una parte de ella, la jerarquía, la mano que mece la cuna, se siente atacada por esta nueva asignatura obligatoria a la que, por cierto, podrían haber llamado de otra forma menos políticamente correcta y más clara, como: Ética Básica, Moral Democrática o simplemente Derechos Humanos (porque de eso se trata ¿no?). Ellos… que llevan siglos influyendo en las mentes de los hijos de otros, ven peligrar su hegemonía, muestran su verdadero rostro y objetan en conciencia (parece ser que tienen conciencia. Yo no lo hubiese jurado…).

Los próximos meses pueden ser muy animados. Me muero de ganas de ver como piensan argumentar su oposición a una asignatura que promueve el respeto por los otros (el prójimo dicen ellos), la tolerancia (¿misericordia?), los derechos humanos (¿…?), la igualdad ante la Ley, el estado de derecho y otros valores democráticos. De momento ya se les ha visto el plumero; dicen los integrantes de las asociaciones (católicas) de padres de alumnos que no van a permitir que se les enseñe a sus hijos otros valores morales que no coincidan con lo suyos; que esta asignatura irrumpe en el terreno educativo de la familia.

Dejan claro que hay cosas que deben enseñarse en el seno de la familia. En un tiempo yo tuve la impresión de que habían dimitido de ese deber en beneficio de los maestros, siempre que su ideario fuese católico, de uniforme católico y prejuicios católicos. Dicen que es su derecho inculcar a sus hijos los valores éticos y morales que quieran y que el estado no debe inmiscuirse enseñando conceptos contrarios. Pero… ¿existe ese derecho?, ¿se pueden educar clones con valores antidemocráticos que sitúan a un ente divino y sus tablas de la ley por encima de las del estado? De ser así habría que admitir que los hijos son propiedad de los padres, de hecho así lo cree la mayoría. El problema es que ni el sentido común ni las leyes dicen semejante cosa.

A. V. de B.


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