viernes, octubre 12, 2007

Diario Íntimo de un Condenado capítulo 68


¿Educación para la Ciudadanía? (3)

Quizá habría que recordar que la Iglesia Católica no es un ente democrático, es más bien un grupo teocrático cuya jerarquía reside en un estado independiente del que emana la doctrina que gobierna las mentes de millones de adeptos en todo el mundo. El problema es que, en contra de lo que fue (el mundo…): estados con gobiernos dictatoriales (la mayoría muy católicos); hoy la mayoría son repúblicas democráticas o monarquías parlamentarias, en las que la religión está (al menos sobre el papel…) separada de los poderes públicos (ejecutivo, legislativo y judicial).

Todavía quedan algunas repúblicas bananeras, otras siguen naciendo, pero ahora tienden al socialismo. Por ello, ni unas ni otras son del gusto de los líderes de la secta católica, aunque lo cierto es que en ellas viven la inmensa mayoría de sus adeptos y a sus muy imperfectas y terrenales leyes han de someterse. A las religiones los estados democráticos no les vienen bien, ¿demasiada libertad? No, no, tampoco vamos a engañarnos ahora con semejante teoría. No es cierto que en las democracias formales haya tanta libertad real. Ciertamente existen derechos que parecen figurar en las constituciones con el único fin de romper las cadenas con las que las religiones atan (corto, muy corto) a sus adeptos.

Y a lo mejor es cierto y están para eso, porque lo contrario: permitir que las iglesias formen parte del estado, que no exista la debida (y sana) separación; sería como consentir una insurgencia constante, poderosa y beligerante, además de una injerencia del Estado Vaticano. Impresentable. La Iglesia Católica, en particular, tiene enormes problemas con cualquier libertad que no sea la suya, para opinar sobre todo, para ofenderse cuando y por lo que les apetezca, para ofender cuando les da la gana o para hacer previsiones apocalípticas (sobre todo en lo relacionado con el sexo y la familia, dos asuntos que la directiva se niega a si misma) que, para descrédito de sus augures o agoreros, nunca se cumplen (aquí habría que parafrasearles escribiendo: gracias a Dios).

Otras iglesias cristianas para evitar que sus hijos se salgan del redil, impiden que éstos accedan a las universidades. Práctica esta muy legal, puesto que la universidad queda fuera de la enseñanza obligatoria pero… de una ética, cuando menos, dudosa y con unos efectos muy claros: jóvenes y adultos perfectamente adoctrinados, fanáticos y capaces de enfrentarse (no siempre desde la pasividad) al estado. Y no, no sólo ocurre en USA, nación de todos los males; en España los denominados Testigos de Jehová (y otras sectas cristianas, evangélicas y milenaristas) practican este tipo de castración cultural y educativa, mientras el estado se ocupa en los puntos del carné y de cobrar las multas por la vía de apremio, que es lo importante.

¿Dónde queda el derecho de los hijos a recibir una educación de calidad? ¿No debería el estado garantizar (y financiar…) esa educación hasta el final? La mayoría de los padres quieren que sus hijos sean como la imagen que de ellos se han fabricado algún día en alguna parte de sus mentes pero, se supone que los hijos deben de ser personas libres, libres también de elegir como quieren ser. Quizá esto último resulte demasiado existencialista para mentes abducidas.

A. V. de B.


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