lunes, noviembre 06, 2006

La cárcel desde otra perspectiva

Sin pretensión de idealismo, sin negar para nada la realidad, sin dejar de ser lo que cada uno somos, nuestra vida puede tener un sentido radicalmente distinto según cómo la afrontemos.

Para quienes estamos confinados en prisión suele utilizarse a menudo una expresión que encierra en sí gran significado, se dice que estamos “a la sombra”. No sé exactamente de dónde procede ni tampoco si lo que pretende es darle un sentido último a la vida de quienes sufrimos la privación de libertad. Lo cierto es que sí parece que con ella se desea reflejar una visión negativa, pesimista, de la vida en una cárcel, visión que puede marcarnos en exceso y no ser el eco exacto de lo que en verdad vivimos. Tengo el convencimiento de que también entre estos muros es posible encontrar “el lado soleado de la vida”.

Ciertamente hay circunstancias en las que nos vemos obligados a caminar por la sombra, pero el dolor no debe hacernos olvidar que en ese momento tenemos a algunas o a muchas personas que nos quieren y que, seguramente, en el dolor nos quieren todavía más o, al menos, nos lo demuestran más.

Dante coloca en lo más hondo de su infierno a los que viven voluntariamente tristes. No niego que en una cárcel haya razones objetivas para la tristeza pero ¿no hay ninguna para la alegría? Solemos decirnos unos a otros que “de aquí se sale”, ¿nos lo creemos?

Los salmones nadan en aguas frías y río arriba. ¿No podemos ser nosotros más fuertes y tenaces que un salmón? En algún lugar he leído que “los hombres suelen valer en proporción inversa a las facilidades que han tenido en sus vidas”. Reconociendo que no sean precisamente facilidades las que se nos ofrecen nadie podrá negar que algunos de los impedimentos que muchas veces encontramos son los que nosotros mismos nos creamos. Ante una misma realidad, ante el “mundo” de la cárcel, como ante cualquier otro “mundo”, podemos adoptar distintas posturas:

• Está la de quien lo acepta renunciando a sí mismo y al ideal que poseía, el que se “acomoda” y se resigna a seguir por el carril trazado. Es el que vive sin ningún tipo de ambición y, en todo caso, con la única de salir de aquí, y sin preocuparse de si lo hará como ha entrado o peor.

• Está también el que se “fabrica” un mundo imaginario llegando a autoconvencerse de que es el real, negando el mundo y haciendo como si no existiese. El problema es que suele descubrir de golpe y sopetón hasta qué punto la realidad es devoradora.

• Está el que entra en lucha abierta consigo mismo y con la realidad que le viene impuesta, el que piensa por cuenta propia, el que elige ser fiel a un ideal noble sabiendo que lo importante es llegar a la meta de ser libre y no sólo de estar libre.

Pudieran venir bien a cuento aquellas palabras: “El hombre razonable se adapta al mundo; el irrazonable persiste en tratar de adaptar el mundo a sí mismo. Por tanto, el progreso depende del hombre irrazonable”.

No creo que el hombre esté menos vivo cuando sufre. Hay incluso quien afirma que el dolor es una parte tan alta y tan digna de la vida como las mejores euforias. No se trata de restar dimensión al sufrimiento, “lo que nos hace sufrir nunca es una tontería, puesto que nos hace sufrir”, pero sí de transformar sus efectos en nosotros.

Casi todas las cosas importantes de este mundo hay que hacerlas dejando “sangre” en el camino. La vida no deja de ser hermosa porque sea difícil. En prisión tenemos la ocasión de poder encontrarnos con nosotros mismos. Será difícil que podamos hallar en la vida un tiempo tan amplio de soledad. Podemos dejarnos devorar por ella, pero también aprovecharla para repasar nuestra vida, nuestras actitudes, para deliberar sobre lo que hemos de arrancar de ella y lo que debemos potenciar. La cárcel nos ofrece la ocasión de acercarnos con verdadera crudeza a nosotros mismos, con realismo radical. Hemos de estar atentos a no dejarnos arrastrar por el pesimismo.

Cierto es que vivimos retirados de la sociedad, de nuestra familia y amigos, del entorno en el que hemos crecido y vivido, pero no menos cierto, también, que esta experiencia nos enseña quién es de verdad familia, quién amigo, qué hay de bueno y qué de malo en medio de nuestros ambientes. Seguramente nadie como nosotros pueda saber mejor por quién es querido y por quién rechazado.

La distancia, aunque dolorosa, nos ofrece una perspectiva distinta que incluso puede ser más objetiva en la observación e inspirarnos unas impresiones más seguras. Se descubre cómo muchas de las ofertas que la sociedad nos hace son, simplemente, innecesarias, cuando no falsas. Se aprende a seguir viviendo sin cantidad de artículos que considerábamos imprescindibles. Se refuerza la idea de que la felicidad puede alcanzarse por caminos bien distintos al del puro y duro materialismo. ¿Quién no valora de un modo nuevo un simple paseo, el poder reunirse con un amigo, el disfrutar de la tranquilidad del hogar?

La pluralidad de personas con las que aquí nos encontramos, sus actitudes ante la situación que nos toca vivir, su propia trayectoria personal, lo que les ha traído hasta aquí, su diversidad que lo distingue y lo común con uno mismo, nos puede aleccionar, invitarnos a cuestionar nuestra propia historia. En ocasiones nos servirá para que nos reafirmemos en cómo no debemos actuar y en otras como referente a seguir. La convivencia puede ser, debe ser, ocasión de enriquecimiento y no de conflicto.

Más que ninguna otra persona estamos emplazados a ser comprensivos y no intolerantes, a ejercitarnos en discernir y no en señalar, a ser críticos y reflexivos frente a la superficialidad, a creer verdaderamente en la posibilidad real de cambio y de transformación de las personas y la sociedad. Si no somos los primeros en creer en nosotros mismos y en luchar porque nuestra vida sea original y distinta ¿podemos pedirle a los demás que tengan fe en nosotros? Ésta es mi invitación a ver desde otra perspectiva la cárcel.

E. R. F.

1 comentario:

  1. Yo no creo en la función de las "tres R" de la cárcel -rehabilitar, resocializar, reinsertar-, sé que es un lugar muy dificil, sombrío, triste y angustiante. Desde esta perspectiva digo que es una de las mayores verguenzas de nuestros tiempos, que es un insulto a lo que llamamos civilización. Pero por otro lado, como una experiencia más -y valla que experiencia!- se mira la prisión como un tiempo para conocerse a fondo, un tiempo de hacer autojuicios, reproches, de criticar y reflexionar la sociedad. Tiempo que como señalas muy pocas veces conseguimos en situaciones mejores.
    Personalmente me ha inquietado desde hace mucho el proceso interno por el que pasan las personas que han estado en confinamiento y/o aislamiento, a veces pasan cosas terribels en los espiritus de esas personas, hay un choque brutal entre lo que es, lo que vive y lo que conoce. Creo que es como una lucha desesperada entre uno mismo y con los demás. es un rencor y un aprendizaje... Bueno y aca depende de cada persona saber llevar esta situación. Uds con esto son muy afortunados al tener un medio de comunicación exterior, no se que tal sera esa prisión por dentro, pero esto ni soñado se hubiese visto en apocas apsadas, ni en paises subdesarrolados como el mio; claro que eso de desarrollo o no nada ha cambiado a nuestro sistema penal en cuanto aun usamos medios de represion y reacción que son completamente inutiles, y que sirven más bien de muros contenedores antes que resocializadores. Desde esta optica te diria que paciencia, que tomes todo con mucha consciencia de lo que vives y de lo que sentis.
    Ah y en cuanto al sufrimiento, pues te diria que es uno de los moviles de la existencia humana segun mi modo de ver las ocsas, si te detenes un poco ves como todo es dolor, desolación, desesperación, parece que todo lo demás es una mascara que trata de alejarnos de eso... De la inexorable caida.

    Saludos!

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