viernes, noviembre 17, 2006

MODULO 6

Cuando, en el mes de junio, junto a un grupo de compañeros, me ofrecieron la posibilidad de participar en un programa que se iba a llevar a cabo en el módulo 6, mi reacción primera fue de esperanza ilusionada bordada de escepticismo.

Eran por entonces más de tres años y medio en prisión y oír hablar de un módulo de “convivencia” sonaba bien pero, a la vez, resultaba insólito.

Uno se va endureciendo y aclimatando hasta que se arraigan ciertas rutinas sin que se tome plena conciencia de ello. Te amoldas a la celda, a un mismo y rutinario horario, a unas actividades que son siempre las mismas, a los ruidos y al entorno “enfangado”, a las más o menos mismas caras que llevas años mirando...

Los primeros días en el “nuevo” módulo son decepcionantes. He perdido intimidad y espacio al tener que compartir celda. Algunas de las cosas que tenía, aunque no fueran más que trastos o ropa y calzado que apenas utilizo, debo enviarlas fuera o depositarlas en un almacén habilitado al uso. Hay que aligerar equipaje y, aunque no es de gran valor, ¡cuesta! Debo colaborar en las tareas de limpieza y en aquellas actividades compatibles con mi destino extramodular. Todo está muy desvencijado en relación al módulo del que procedo. El escepticismo ha dejado paso al pesimismo que ahoga ya aquella primera esperanza. ¿Qué hago yo aquí?

Me veo lamentándome como el pueblo de Israel en el desierto camino de la Tierra Prometida y añorando los ajos y cebollas que lo alimentaban cuando era esclavo.

El tiempo ha ido pasando. De hecho no sin razón hay quienes dicen que “el reloj es el verdadero amigo del preso”.

La transformación del módulo ha sido impresionante. Externamente da gusto: mano de pintura, alicatado, eliminación de barrotes inútiles, decoración con plantas y cuadros, limpieza y orden.

Pero no sólo se ha producido cambio en el edificio. El ambiente que se respira, cada vez más, es de cordialidad, de respeto, de convivencia. Todo el mundo está ocupado en actividades, se habla sin necesidad de recurrir a los gritos, se ven más sonrisas que caras largas y se percibe mayor preocupación por los problemas de los demás y menos críticas y envidia.

La convivencia es posible como fuente de enriquecimiento. La capacidad de cambio y de transformación de la realidad, también de la realidad carcelaria, es un hecho y aquí estamos teniendo una prueba irrefutable. ¿En qué se parece este módulo a esas cárceles de la literatura, el cine o la televisión?

El capítulo VI del Título II del Reglamento Penitenciario habla de la participación de los internos en las actividades de los Establecimientos (arts. 55-61). Gracias y mi felicitación sincera a quienes han creído y hecho posible desde la Institución esta realidad y, por supuesto, a los compañeros que día a día arriman el hombro para que sea real la existencia de módulo tan singular en prisión.

E.R.

3 comentarios:

  1. Comenzar con mi más sincera enhorabuena por la iniciativa.Una idea estupenda la de permitir expresarse a estos relegados de lo mundano.Cargados, como huevos de pascua, de historias increibles sobre pitufos, duendes y carnés verdes.

    Animo.

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  2. Sonrio...por vosotros.
    Como un cartero intentaré dedicaros algunas palabras cada semana.
    Saludos pequeños.

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  3. me gusta mucho lo que has escrito sobre el módulo 6, es muy cierto, la mejor forma de dignificar algo es participando en ello.
    deseo y espero que todo este esfuerzo y trabajo tenga su recompensa (creo que ya la tiene) y que esta convivencia se afiance y se extienda como un virus bueno.

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