El vendaval de la crisis azota sin piedad las economías de las familias y los países. Las alarmas han saltado y los números del paro empiezan a parecer una pesadilla. El sistema económica español empujado en los últimos años por la fuerza del ladrillo, ha perdido velocidad y se dispone a precipitarse al vació de la moderación salarial.
Las familias están endeudadas hasta las cejas y los bancos no dan créditos: no hay salida y el deterioro social empieza a ser evidente.
En este clima, la inseguridad y el repunte de la violencia son caldo de cultivo para que las prisiones se preparen para una “larga temporada alta de ocupación”.
El problema del hacinamiento en los Centros Penitenciarios, no es de ahora, pero es evidente que la actual coyuntura social y económica, puede hacer crecer considerablemente el numero de internos en un futuro muy próximo.
En este punto, echamos de menos –por quien corresponda- una mayor coordinación
entre los Órganos Judiciales que son en definitiva quienes envían la gente a prisión e Instituciones Penitenciarias, en el sentido de acelerar la incorporación a la vida en semilibertad a las personas que ya han demostrado sobradamente estar preparadas para ello. Nos referimos a internos que ya han disfrutado de varios permisos, aquellos que salen a resolver asuntos propios en “autogestión” o los que ya tienen próxima la libertad condicional y que han respondido satisfactoriamente en su programa al Equipo de Tratamiento.
Se trata en suma de dejar espacio, para nuevos ingresos, acelerando la puesta en libertad de personas merecedoras de este beneficio y conseguir que las prisiones tengan un número de internos razonable para cumplir el fin para lo que han sido creadas.
Vale la pena pensarlo
T.D.G.
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